Hace una semana aproximadamente nos adentramos en lo más profundo del Valle de Las Batuecas, conocido pos sus misterios y leyendas. Pero al margen de esto vimos que es un lugar paradisíaco, con su monasterio y su río, por donde pateamos mucho terreno hasta que encontramos el famoso Chorro.
Valle de las Batuecas.
Vistas del monasterio, en lo más intrincado del valle, es un lugar idílico para los monjes que lo habitan.
Fuimos ascendiendo por el río Batuecas, ruidoso y de aguas limpias y cristalinas.
La primera curiosidad que nos encontramos fueron dos árboles centenarios, un eucalipto (Eucalyptus camaldulensis) y un tejo (Taxus baccata) especie que encuentra en este valle un lugar idóneo a sus necesidades.
Tejo (Taxus baccata).
Más adelante nos encontramos con el Canchal de las Cabras Pintadas, con pinturas rupestres de hace unos 4.000 años.
Por el camino nos entretuvimos fotografiando reptiles:
Lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus).
Culebra viperina (Natrix maura).
También prestamos atención a la flora que nos rodeaba, abundaban las especies nobles, más termófilas y ya echando frutos la mayoría.
Durillo (Viburnum tinus), Madroño (Arbutus unedo), Oxicedro (Juniperus oxycedrus), Roble carballo (Quercus robur).
Arce de montpellier (Acer monspessulanum).
Arraclán (Rhamnus frangula).
Mientras tanto, los buitres leonados (Gyps fulvus) pasaban por encima de nuestras cabezas, procedentes de los roquedos que teníamos a ambos lados y donde reposan gran parte del día.
Al fin llegamos al Chorro, una impresionante cascada de 35 metros, que aunque no traía demasiada agua nos sirvió para refrescarnos y darnos un buen chapuzón.
Impresionantes bosques que rodean El Chorro.
Fotografiamos una pareja de caballitos del diablo (Calopterix virgo), macho a la izquierda y hembra a la derecha.
Aquí hicimos un largo, tranquilo y placentero descanso y volvimos.
Esto es todo, esperamos que os haya gustado, y ojala podáis conocer esta preciosa zona porque merece la pena.
Un saludo y gracias por vuestra visita.